Relato la noche más breve

La noche más breve

Una de las ilusiones más breves proyectadas desde la cueva tuvo lugar cuando Remsha aún era un hombre fornido. Duró apenas unos minutos, ya que llegó incluso a escandalizar al propio ilusionista, hasta el punto de ocultárselo a Elöin, quien permaneció dormido mientras todo esto ocurría. La ilusión era tan sencilla que parecía contener la esencia de las ideas geniales, aquellas que hacen de lo simple algo maravilloso: solo tenía que introducir en las mentes de las personas la idea de que estaban soñando, y así podrían hacer lo que quisieran.

En el poco tiempo que duró aquel mundo, hubo infinidad de personas que soñaron con la completa satisfacción de sus impulsos sexuales, mientras otras tenían la pesadilla de que eran horriblemente violadas; muchos soñaron también con ser ricos, creando en otros una serie de pesadillas en las que les robaban todo aquello que poseían; y no faltaron, aunque fueron menos, los que soñaron con arrebatar alguna vida, generando pesadillas que terminaban de golpe. El caos fue tan absoluto que aquellos con simples sueños de felicidad se veían obligados a comenzar de nuevo su sueño, porque tardaban segundos en ser interrumpidos por algún grito de terror, y así nunca encontraban a aquel familiar ausente, la paz, o el amor.

Con la ilusión ya desechada y sustituida por otra, Remsha se sentó en la roca, y aguardó pacientemente frente a su amante, esperando a que despertara, para recibirle con una pregunta:

—¿Qué has soñado? —preguntó el ilusionista cuando Elöin, perezoso, abrió levemente los ojos.

La sorpresa cubrió el rostro de Elöin, junto a una vergüenza culpable que le llevó a esconder su cara, dándose la vuelta antes de responder:

—No me acuerdo.

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