Una mañana con Oihan

Una mañana con Oihan

  • Venga cariño, móntate en el coche, nos vamos al campamento.

No sé qué será eso del campamento, pero me gusta montar en coche. Mamá siempre me pone la canción de los golpecitos, puedo sentir como el sonido recorre todos los materiales, y llega hasta la yema de mis dedos mientras los acaricio. Me pasaría todo el día acariciando canciones en el coche, es como si el mundo latiera mientras transcurre a toda velocidad a través de las ventanas. Aunque a veces no entiendo por qué vamos tan rápido, sin parar en ningún sitio, nos saltamos tantas cosas que podría tocar con los dedos y los labios, tantos colores bonitos que me piden a gritos que me acerque a saborearlos, tantos sonidos más allá del horrible llanto del motor…

Vale, creo que ya sé dónde vamos. Estas casas me suenan, ya he jugado aquí. Si no recuerdo mal… ¡Aquí es donde estaba el gimnasio! Vamos mamá, abre la puerta, seguro que hay un montón de cosas nuevas allí.

  • ¡Chicos! Mirad quién ha llegado, ¿os acordáis de Oihan?

Cuánta gente hay aquí. ¿Dónde estaba el gimnasio? Ya sé, era en aquella puerta, corre corre corre, ¡Guaaaaau! Estas barras no estaban antes, son lisas y brillantes, fuera zapatillas y para arriba. Qué manía con ponerme siempre zapatillas, lo de los guantes en las manos en invierno puedo entenderlo, a nadie le gusta el frío, ¿pero zapatillas en verano? ¿Cómo voy a sentir el suelo, las paredes, las barras de metal, los juguetes de madera, la hierba, el agua de la lluvia… con esos monstruos de plástico aferrados a mis pies? Luego se quejan si me caigo, a veces me pregunto en qué mundo viven.

  • Mírale, corriendo al gimnasio a subirse en todo, ya le echábamos de menos ¿Qué tal está este año?
  • Pues mucho mejor, la verdad. Está más tranquilo en general, aunque sigue con los problemas de estómago. A veces se enfada si le duele porque no puede ir al baño, te he dejado ropa para cambiarle si es necesario, por si mancha un poco. ¿Están todos los niños del año pasado?
  • Bueno, han venido algunos nuevos, y otros esta vez no, ya sabes cómo es esto, depende de cómo les coincida las vacaciones a los padres, y de las fechas de otros campamentos que encajen mejor; también tenemos algunos monitores nuevos,  pero estará bien con nosotros, no te preocupes, ¿verdad Oihan?

¿Y esta pelota? Qué cosa tan curiosa, es blandita y relajante, y este morado es muy bonito, sabe a divertido, el plástico blando en la boca  es como una gelatina que nunca se acaba. A ver cómo vuela. Bah, pues no era para tanto. Los trastos del año pasado siguen sin funcionar, da igual cuántos botones toque, esto no tiene ningún sentido. Anda mira, el chico de la silla con ruedas, me cae bien, no intenta estar encima de mí todo el tiempo, él está a sus cosas, yo a las mías… y tan amigos. Jugaré con él, siempre me mira cuando me subo por los aparatos y las barras, sé que le gusta ver como trepo. Tal vez sea porque no puede caminar, seguro que imagina cómo lo haría él, por dónde pondría una mano, un pie, de qué manera giraría el cuerpo para mantener el equilibrio y sujetarse a la siguiente pieza, rozar el aroma de los materiales con la piel y encontrar la manera de hacer el mismo recorrido de mil formas diferentes, convirtiendo cada paso en una nueva sensación que disfrutar. Haré algo especial para él, subiré hasta la barra más alta, de ahí pasaré al aparato de la izquierda, y subido encima, podré llegar a tocar las bombillas, seguro que le encanta. Vamos a ello.

  • ¡Oihan! ¡Oihan! ¡Baja de ahí! No se puede despistar uno ni un segundo eh.

¡Déjame! ¿Por qué siempre hacéis lo mismo? ¿Por qué no me dejáis jugar tranquilamente? Hay un montón de niños por ahí, id a molestarlos a ellos. Quiero tocar la luz, quiero enseñaros que puede tocarse la luz, quiero que veáis lo ridículos que sois con vuestras zapatillas, caminando por el suelo, sin tener la menor idea de a qué sabe la luz, a qué huele, cómo calienta la piel y hace cosquillas al pasar la yema suavemente por el vidrio que la contiene… ¡Suéltame!

  • ¿Te ayudo?
  • No te preocupes, ya está. A veces se pone un poco cabezón pero en seguida se le pasa, en cuanto le llame la atención otra cosa. Ve con los chicos, yo me quedo con Oihan un rato en el gimnasio hasta que salgamos todos fuera.

No tenéis ni idea de nada, ya tocaré la luz más tarde, cuando no haya nadie por aquí sin nada mejor que hacer que cogerme en brazos como si fuera un saco de patatas. Quiero algo que gire, siempre me dejan tranquilo cuando estoy haciendo girar cosas, es muy relajante. Esto servirá, así podré pensar con calma.

  • Oihan deja eso.
  • No, no, déjale.
  • ¿Pero que hace con la silla del ordenador al revés?
  • Va a dar vueltas a las patas, le gustan las cosas que giran.

Acabo de llegar y ya me estoy enfadando, pero es que esta gente no se entera de nada, nadie se entera de nada, apenas he encontrado en el mundo tres o cuatro personas capaces de comprender la vida. Mi madre es un cielo, tiene una manera bastante original de entender las cosas, y a veces tiene algunas costumbres un poco raras, como lo de las malditas zapatillas, pero me quiere un montón y lo demuestra cada día; y mi hermanita… ella sí que es lista, tiene el don de vivir en los dos mundos: con el resto de la gente se comunica con palabras, como hacen entre ellos constantemente, con esos sonidos que mi cabeza no logra descifrar ni replicar; pero conmigo lo hace a través de la mirada, nos miramos y conversamos sobre la vida, sobre el mundo, sobre el amor… es un lenguaje de brillos y sensaciones, entiende el lenguaje de las cosas bonitas. Ojalá todos pudieran hacerlo, ojalá pudiera enseñarles mi mundo… tengo que intentarlo.

  • Venga niños, ¿habéis terminado de desayunar? Vamos todos fuera. Hoy van a venir dos chicos a enseñarnos a plantar, ¡vamos a plantar lavanda en el terreno junto al campo de fútbol! Veréis qué bonito queda.
  • ¿Qué es la lavanda?

¡Está la niña de los sonidos dulces! No la había visto, parece muy suave. La dulzura es algo realmente armonioso, ella podrá conectar. Empezaré por ella. Sería extraordinario que pudiéramos compartir todo esto, yo cogería su mano mientras toco algo frío y rugoso, y ella con la mano libre tocaría algo caliente y liso, y entonces nuestras manos unidas experimentarían una confusión sublime, como respirar a través de la mermelada, o dejarse caer hacia el cielo. Pero lo primero es lo primero, no puedes escuchar buena música con un oído tapado, fuera esas zapatillas bonita.

  • Oihan deja las zapatillas de Cristina, ¿no tienes bastante con quitarte las tuyas y tirarlas por ahí? Venga, vamos para fuera.
  • Déjale, no me molesta.
  • Ya, pero no podemos salir descalzos. Vamos, luego jugamos a tirar zapatillas, ahora nos están esperando.

¿Dónde vais? Ya me están cogiendo del brazo para sacarme de aquí, bien atado como si fuera un perrito. Pues no quiero, ¡no quiero! ¡no quiero! ¡NO QUIERO!

  • Ya empezamos con los cabezazos, menos mal que tiene diez años, cuando tenga dieciocho no sé cómo vamos a pararle. Venga, id saliendo, cuando se tranquilice salgo yo.

Vale, vale. Por aquí no vamos a ningún lado. ¿Me lo vais a poner difícil, verdad? Todas las cosas tienen su momento, respira. Necesito algo que gire, a ver qué tenemos por aquí… bien, esto servirá. Veamos, la situación es la siguiente: tengo algo importante que mostrarles, pero no puedo comunicarme con ellos. Es como intentar enseñarle lo que significa la belleza a un gorila. A un gorila que no quiere aprender nada, solo cogerte del brazo y llevarte de aquí para allá. Debería… espera, ¿Dónde estoy? ¡Ya lo han vuelto a hacer! Me distraigo un momento y aprovechan para llevarme de un sitio a otro. Bueno, no está tan mal, aquí hay tierra, bichos, hierba, sol, y brillos que se mueven; es un patio de juegos de la vida, como un todo en miniatura… como un beso de mi hermana. ¡Y ahí está el parque! Lo que me pude reír aquí el verano pasado, ¡qué cara ponían cuando creían que iba a saltar desde lo más alto!

  • ¿Dónde está Ohian?
  • Ha ido corriendo al parque, ¿le ves? Allí está bien, se subirá por todas partes pero no te preocupes, el tío tiene más equilibrio que un funambulista. Ya nos dio algún susto el año pasado pero solo nos vacilaba, ¿vas un rato con él? Yo me quedo con los chicos a ver si plantamos algo.
  • Vale, ¿qué lleva en la mano?
  • Un lápiz y un rollo de celo, para hacerlo dar vueltas.
  • ¡Yo también quiero ir al parque!
  • Bien Cristina, ve tú también, pero luego vuelves un ratito que tienes que aprender a plantar.

La madera está húmeda, escucho el agua filtrándose entre los poros; me habla de la lluvia, de los árboles… cuenta historias de unión y complicidad. Me gustan las formas de la madera gastada, cuando los columpios están nuevos son demasiado artificiales, pero después de ser moldeados por el juego de los niños cobran vida otra vez, vuelven a ser árboles, y si los acaricias por debajo de la pintura descascarillada puedes sentir como agradecen el contacto, el cariño.

  • Hola Ohian… ¿puedo jugar?

¡Está aquí! Bien, vamos paso a paso. Seré tolerante con sus zapatillas, no quiero que nadie me lleve a rastras de nuevo. Dame la mano, así, muy bien. Toca mi cara, ahora toca la madera, justo aquí, ¿lo notas? ¡Es como nosotros! Qué sonrisa tan libre, sonríe igual que los pájaros, sonríe hacia dentro, hacia las cosas que no se ven.

  • Chicos… ¿Qué hacéis?
  • Estamos hablando con el columpio.
  • ¿Y qué os dice?
  • Está contento. Shhh, que no le oigo.

Ahora sí, ya podemos jugar, ya comprendemos el tobogán, las cuerdas, los puentes… corre conmigo, juguemos los tres: tú, yo, y el árbol que nos acoge y nos enseña. Vayamos de un extremo al otro, saltemos, busquemos en cada recoveco, subamos a cada apéndice, palpemos cada latido acompasado de este lugar común. Sígueme, demos vueltas, ahora te sigo yo… ¡Qué bien!

  • Lleváis ahí ya un buen rato eh, ¿nos vamos a plantar lavanda con el resto del grupo?
  • ¡Vale! Ven Oihan, ya verás qué divertido, vamos a enterrar semillas para que crezcan plantas fuertes, y quién sabe… ¡tal vez algún día se conviertan en columpios!

Ahora me coge ella a mí de la mano, qué delicadeza, me guía en lugar de arrastrarme; vamos donde quieras. El viento en la cara huele a tierra y a ella, se mueve junto a nosotros, aunque vaya en otras direcciones. ¿Qué es esto? Por supuesto, haré como tú, pongamos cuidadosamente las semillas en su hogar, reguémoslas con alegría y dulzura, que nuestro calor las acompañe y las llené de vida. La naturaleza es justa y sabia, si hacemos las cosas lo mejor posible, ella hará el resto. Hoy hemos sembrado algo. Crecerá.

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