Patio de recreo

Fue un mundo volátil, pero muchos sonreirían si pudieran recordarlo; aun sin saber que era un mundo tan egoísta como todos los demás, creado solo en un breve intento de Remsha por recuperar la voz de Elöin.

Aquella ilusión era un juego eterno, y un joven alegre paseaba por las calles de arena y piedra con una enorme sonrisa en la boca. Vestía un peto amarillo, y miraba ansioso a todas partes, esperando encontrarse con alguien que llevara el otro color. A lo lejos, apareció un hombre entrado en los cuarenta, cuyas ropas eran completamente moradas; ambos se sonrieron en la distancia. El joven fue pensando en qué podría decirle al hombre que se acercaba, y cuando estuvieron a la misma altura, gritó con alegría:

—¡Oso!

Era una delicia ver como el hombre rugía, mientras simulaba garras con sus dedos y alternaba la posición entre desplazamientos a cuatro patas y breves intentos de intimidación elevando el torso y arqueando las piernas, que pronto se veían interrumpidas por las incontenibles risas. Cuando terminó su interpretación, el peto del hombre pasó a ser amarillo, mientras que el del joven se tornó morado; ambos se despidieron con un gesto de la cabeza, y continuaron su camino en busca del próximo encuentro.

Esta era la parte que el joven más disfrutaba, con el peto morado, indicador de que era él quien debía interpretar, aprovechaba para anudar otros juegos al que ya, de base, componía la manera de relacionarse en aquella sociedad tan extraña. Cruzaba sus miradas con algún peto amarillo, y antes de que pudiera decirle una palabra, llenaba su rostro de picardía escapando por los lados e iniciando un juego de pillar, o se escondía en algún lugar viéndolos pasar de largo con satisfacción infantil. Hasta que alguien lo descubría y le dedicaba una palabra.

Aquella última mañana de ilusión fue una mesa, un árbol, el viento, por dos veces fue un gato, y también le tocó interpretar a un músico, lo que aprovechó para hacer trampas usando las palmas como instrumento. También convirtió a otras personas en búho, flauta, plato de legumbres, farol y fruto de árbol maduro. Todo esto antes de que Remsha desistiera, y destruyera a uno de sus catalizadores haciéndolo consumirse en el fuego interno de su magia, para dar lugar a una nueva ilusión desgarradora. Fue justo entonces cuando el joven sintió la llamada en su cabeza, y escuchó por primera vez esa voz, interior y ajena, que le ordenaría lo que hacer a cada paso durante los próximos años.

La siguiente vez que alguien le llamó de forma extraña, fue Conejito.

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