Pistas
El cadáver apareció como los siete anteriores, con la mano derecha amputada, perfectamente colocada a un par de metros, y el dedo índice extendido, señalando hacia su propio cuerpo. Al llegar a la escena, el subinspector caminó hacia la mano y se quedó mirándola con la cara de siempre, esa expresión de meditación contenida, como si estuviera a punto de desentrañar los misterios del universo. Idiota engreído. Yo comencé a registrar las pruebas junto al cuerpo, justo en el lugar hacia el que señalaba el dedo, tratando de que no me vieran sonreír.