Anecdotario. II - Una presentación de renombre

Anecdotario. II – Una presentación de renombre

Por mucho que se diga, Madrid no es la capital de la cultura, ese puesto lo compiten ciudades mucho más pequeñas que, en proporción, hacen muchísimo más… pero, sin duda alguna, sí es la capital de las oportunidades culturales. Si quieres hacer cosas en el mundillo literario, antes o después tienes que pasar por Madrid, y por eso he ido varias veces a participar en distintos eventos. Hoy voy a hablaros de uno de ellos:

Durante, aproximadamente, dos años y medio, Ana Wiya, Binomio Nómada y El Silencio Es Miedo (es decir, yo) hacíamos bolos conjuntos cuando podíamos, en donde juntábamos poesía, música y microrrelato. Estos tenían lugar, normalmente, en bares o librerías, que parecen cosas muy distintas, pero a la hora de llevar a cabo proyectos culturales son prácticamente hermanos, sobre todo si pretendes huir de ambientes institucionalizados en donde las cosas no se consiguen escribiendo, sino masajeando espaldas. Estos bolos nos llevaron a Madrid en varias ocasiones, y de todas podría contar algo, pero hoy vengo a hablaros de una librería, cuyo nombre me voy a ahorrar, porque no pretendo hacer ningún daño, ya que esto lo recuerdo como una anécdota divertida.

El caso es que contactaron desde esta librería con Ana Wiya para que fuéramos allí a hacer una presentación (este contacto surgió a raíz de un bolo en Alcalá de Henares, del que os hablaré otro día), algo a lo que nosotros siempre íbamos encantados, pero es que además había un gran aliciente: nos brindaron la posibilidad de que nos presentara, nada más y nada menos, que Luis García Montero. Sé que suena absurdo, ¿por qué iba alguien como él a presentar a unos “don nadie” como nosotros? Sin embargo, era perfectamente creíble, porque había una relación directa entre la librería y el escritor que le daba credibilidad a la propuesta, y no voy a entrar en detalles, porque sería muy fácil desvelar entonces de qué librería se trata, tendréis que confiar en mi palabra. He de decir, en este punto, que en ningún momento nos aseguraron que esto fuera a suceder, pero sí que era “lo más probable”.

No voy a alargar la tensión, porque no hay ninguna tensión, todos podéis imaginar ya a estas alturas que cuando llegamos allí, ni Montero ni montera. Pero esto no es lo más relevante ni divertido, lo que me resulta realmente gracioso es que a la persona que organizó aquello le dio absolutamente igual que nos presentáramos nosotros mismos, de hecho, tampoco le importaba demasiado qué hacíamos nosotros, y tras la presentación se pasó un interminable café hablándonos sobre sus proyectos. Juraría que, acabado el bolo y la posterior charla, no se sabía ni nuestros nombres. Pero el hombre no se daba ni cuenta, hablaba con pasión sobre sus cosas y parecía que, realmente, habíamos hecho muy buenas migas. De hecho, a pesar de todo, sonrío al recordarlo y diría que el tipo me cae hasta bien, en su mundo con sus cosas… creo que él, realmente, creía que Montero iba a ir a presentarnos, y diría, incluso, que la posibilidad fue real. Simplemente, no se dio.

El bolo salió genial, el público se lo pasó bien, se interesó por nuestras cosas, y una vez terminado, aprovechamos el viaje para hacer alguna cosita más por Madrid; por un lado, un poco frustrados, porque haber conocido a un escritor tan relevante y que este supiera que existimos, nos hubiera escuchado, tal vez, incluso, nos hubiera leído… habría sido una oportunidad excepcional; por el otro, contentos porque la gente nos recibió muy bien, y eso siempre llena.

¿Y por qué os cuento esto? Pues para que veáis claramente, con un ejemplo real, que las cosas en este mundillo rara vez salen como pensabas… y que a quienes organizan cosas, muchas veces, no les importa demasiado quién seas o qué hagas, lo único que quieren es llenar un espacio y poder decir que organizan cosas, lo cual no deja de ser un poco hiriente, aunque lo hagan con buena intención. Si vais con esto claro, os ahorraréis unas cuantas decepciones.

¿Te ha gustado?

«Un minuto es tiempo suficiente para crear vida, y para destruirla; tiempo suficiente para amar y para odiar; lo único que no cabe en un minuto, son los años perdidos»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *