Microrrelatos

Microrrelatos

Hoy os traigo unos cuantos microrrelatos, por si os apetece leer algo ligero y gratis. En verdad, os voy a colar también alguna prosa poética, que no se puede llamar microrrelato ya que no hay narración, pero me apetece meterlos aquí, porque para mí son textos que cumplen la misma función en mi vida: textos escritos para leer en recitales y micrófonos abiertos, textos que nunca voy a publicar en papel porque están pensados para ser compartidos en público. Espero que os gusten… hay unos cuantos, sino encontráis al menos uno que os guste, creo que os caigo mal xD.


Viento

Primero fue una urbanización a la derecha, llegaron los trajes y los coches, y uno de esos tipos de sonrisa perfecta y lengua voraz se llevó a su mujer. Después, justo enfrente, construyeron un enorme colegio en el que convirtieron a sus hijos en extraños. Lo siguiente fueron unos grandes almacenes, situados a la izquierda, que acabaron por completo con la posibilidad de vender los productos de su pequeña huerta; y por último, como una broma macabra, justo a su espalda construyeron un gran museo rural, recordándole que su vida no era ya más que historia.

El viejo molinero contemplaba las aspas con tristeza. Llegó el hombre moderno, y le robó hasta el viento.


Más que un juego

Llevo dos semanas seguidas jugando al gato en vuelo. Me despierto en un colchón, rodeado de mis hermanos, y paso de cama en cama hasta la puerta; luego me apoyo en la cómoda, y de un salto caigo en el comedor, justo sobre la silla que dejan en la entrada para mí. Si hay suerte, desayuno, y si no… pues vuelta a las piruetas que me llevan al lavabo. Cuando estoy en el retrete parezco una ranita. Después, agarrándome aquí y allá, bajo a la calle y juego con el resto de los niños. Me gusta jugar a casi todo, pero odio el escondite porque como tengo que estar en posiciones elevadas siempre me pillan. Así paso el día, más o menos, hasta que llega la hora de volver a dormir.

La verdad es que empiezo a cansarme un poco. Al principio era divertido, pero ya no me apetece jugar. Me he dado varios golpes, los brazos me duelen mucho, y noto las piernas un poco raras… aun así, no tengo más remedio que continuar. Me han dicho que esta no es mi tierra, así que mejor no pisarla, no vaya a ser que se rompa.


1870

Cada mañana todos los niños se juntaban en la plaza para saltar a la comba con una cuerda de esparto. Bajo el sol de agosto y con los piececitos descalzos, se distinguía fácilmente a los menos hábiles por las heridas en los tobillos, que rara vez llegaban a curar. En uno de los extremos de la cuerda, haciéndola girar con entusiasmo, estaba siempre el hijo de Don Alfredo, con sus zapatos relucientes y una intensa mirada. Ya de pequeño disfrutaba siendo él quien sujetaba la soga.


Cuentico Físico

Los científicos no saben nada, hablan del tiempo sin saber que el pasado y el futuro son dos partes del mismo recuerdo, que la materia es solo energía podrida, y el vacío se esconde tras las sonrisas forzadas, rebosa entre los halagos, y se expande hasta el infinito de un falso abrazo. No saben nada porque son incapaces de comprender que el gato de schoridenger, ni está vivo, ni está muerto… está solo, abandonado en una caja.


El arca de Noelia

Una pareja de fascistas, una de elitistas, una de racistas, una de homófobos… La lista de Noelia enumeraba todos los errores que aún persistían en su época; y lo hacía de un modo metódico y desesperado, como si fuera la relación de víctimas de un huracán, o la nota de suicidio de un matemático. Ella quería meterlos a todos en un arca, creía que si vivían todos juntos, sin nadie a quien odiar, comprenderían lo absurdo de esas convicciones adquiridas, y volverían curados y agradecidos, por la infinidad de posibilidades que les ofrecía una nueva vida sin aquellas dolencias; pero cuando comenzó a hablar con ellos, la ignoraron… era una mujer, ¿cómo iban a hacer caso a una mujer? no consiguió nada, y presa de la frustración, dejó quebrar su alma, y en sus ojos nació el diluvio.


El increíble caso del texto menguante

Se cuenta que Salomón, temeroso de que se perdiera toda su sabiduría, ordenó a los mejores escribas de la época que tomasen nota de cada palabra que decía. A su muerte, los escritos se reunieron y encuadernaron en un único tomo que ocupaba una sala entera. Con el paso de los años, otros gobernantes fueron metiendo mano al libro para suprimir todo aquello que no querían que su pueblo supiera, hasta el punto que de aquel inmenso libro, quedó tan solo la leyenda de su tortuosa existencia, un dibujo de un niño, y estas tristes cien palabras de un autor desconocido.

El increíble caso del texto menguante. II

Se cuenta que Salomón, temeroso de que se perdiera toda su sabiduría, ordenó a los mejores escribas de la época que tomasen nota de cada palabra que decía. A su muerte, los escritos se reunieron y encuadernaron en un tomo más bien pequeñito, y en su memoria escribo estas líneas.

Fdo: Mariano Rajoy

El increíble caso del texto menguante. III

Se cuenta que Salomón, a pesar de ser un enorme pozo de sabiduría, no llegaba al nivel de clarividencia de nuestro amado presidente Pedro Sánchez.


Pequeña

En la casa vivía el padre con sus tres hijas, afortunadamente para una de ellas, él solo tenía dos manos.


Ingenio y finura hasta la sepultura

En mi casa siempre hemos sido muy de refranes; recuerdo con nostalgia aquellos primeros años de vida, cuando mi abuelo, un tipo robusto y de buen carácter, llegaba a casa después de trabajar las tierras, y mi abuelilla, menuda y picarona, se insinuaba y le agarraba de la mano en dirección al dormitorio. Él siempre decía que era un poco tarde para esas cosas, y ella respondía con voz melosa “nunca es tarde si la picha es buena”, y sonriendo entraban al cuarto a leer el refranero.

Siendo ya un poco más mayor, en plena crisis de la maldita posguerra, la única oración que bendecía nuestra mesa era aquella de “a buen tenedor, pocas patatas bastan”, y esas patatas las acompañábamos de otras verduras y hortalizas, pues ya se sabe que “en el país de los labriegos, el huerto es el rey”. Pero nunca perdimos el humor a pesar de las desgracias, y seguimos usando los refranes, hasta el punto de que, gracias a ellos, conquisté a mi mujer. Veréis, aunque tenía la absurda idea de que yo confundía las palabras, y apenas me dejaba hablar porque le parecía bastante tonto…. una noche del 53 me dio la oportunidad de probar sus sábanas, y ya sabéis… “con el goce, nace el cariño”. Aún sigue a mi lado, meneando la cabeza mientras lee lo que escribo. Después llegaron los hijos, los nuevos tiempos, los nietos… y yo solo pido que recuerden una cosa de mí: ¡Qué hablen! ¡Qué hablen aunque se equivoquen! ¡Aunque hablen mal! ¡Qué hablen por favor! Porque como dice mi querido refranero, hablando se enciende la mente.


Lunicornio

Ayer vi un dragón, justo al anochecer; volaba majestuoso mientras escupía su fuego con rabia hacia la luna, como si quisiera inundarla en llamas y convertirla en otro sol, antes de que el primero desapareciera del todo. Fui corriendo a contárselo a Arturo, el unicornio, pero no me creyó; dijo que dragones quedan muy pocos, y que la luna no existe. Insistí para que viniera conmigo a comprobarlo, y se sorprendió enormemente al ver una gran roca chamuscada en el cielo, reconociendo que la luna no solo existe si no que además, no arde muy bien. Fue una gran victoria para mí, dada la naturaleza incrédula de los unicornios, pero pronto me di cuenta de que había cometido un error: Arturo quedó totalmente desubicado, incapaz de comprender un mundo en el que existía algo como la luna, y no tardó en acusarme a mí de haber puesto allí la roca, la discusión fue subiendo de tono y terminó con Arturo arrojándome a la cabeza unos cuantos libros en los que explicaban que no podía existir algo tal como la luna, que sus leyendas solo eran fantasías de mentes débiles y que no cayeran en las trampas de los embaucadores, pues distinguidos señores habían demostrado de forma incuestionable, mirando fijamente al suelo durante horas, que la luna ni existía ni podía existir. Entonces yo, dolido y ofendido, me dejé llevar por el rencor y le mostré otro libro, uno en el que decía que lo que no existen son los unicornios… y Arturo, con los ojos como platos, se desvaneció.


Pinocho 2

Todo el mundo sabe que al final de la historia me convertí en un niño de verdad; lo que muchos desconocen, es que cuando me hice mayor me dediqué a la política, y entonces cada vez que mentía, me crecía la cartera. Allí conocí a Pepé pitufo, que es como Papá pitufo, pero de un azul más rancio… y un poquito ladrón. Juntos nos divertíamos jugando a las prendas; unas veces íbamos de naranja… otras de verde… pero siempre con un único objetivo: saquear a los enanitos, al reino de Oz, e incluso a las ratas de Hamelín…; hasta que apareció Caperucita, la roja, y nos jodió el cuento.


De momento, lo dejamos por aquí. Si os gustan os subiré más, y sino, puede que también. Nos vemos.

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